Nacidos para andar hemos llegado
a una playa con arenas doradas,
con el beso del sol a las espaldas
y al frente un océano azulado.
Es un mar, por los años más calmado
como un caballo marino de crin blanca
cuya espuma de amor baña la cara
con sus olas de mar apasionado.
Espera, con deseo ensillado,
que alguien se encamine a la aventura
de cruzar estas aguas con bravura
y salir, cuando toque al otro lado,
donde espera, con ojos de dulzura,
el Autor, de quien somos su creatura.