Si no fuera por la luna, una por una
quedarían inválidas las sombras peregrinas
que salen de noche a andar o de aventura
por caminos al azar o de rutina.
Porque la noche las disuelve y las cocina
en un espeso mazacote sin condimentos
donde nadan sombras sin dueño o asesinas
que dejan huellas y sin rastro de los muertos.
Por ello soy feliz en noches de luna
pues mi sombra me acompaña y pertenece
aunque trata de escaparse a lo que parece
un lejano aquelarre en que las brujas
premiarán a la sombra que aparece
con el perro que más ladra y adormece.