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Cuento a bordo de un tren

En el vagón de cola del último tren
se fueron unos globitos de colores
jugando a frenar la historia de tu viaje.

Te lo inventaste en cuestión de días
siguiendo un libreto de brujas
de una obra inédita de Sheaskespeare.

Así que copiaste la receta
a base de extractos amorosos
de la gaveta en que dormían tus poetas.

Día tras día murmurabas las palabras
con ojos entrecerrados,
antes de tu café mañanero.

De tanto repetirlas, las palabras
se condensaron en un vapor inaudito
que engulló a nuestro trencito eléctrico.

Hasta que un día, al amanecer
saltó el tren de su carrilera
con dimensiones monstruosas.

Y se precipitó al exterior
destrozando todo en su carrera
a un destino sin control de la fantasia.

Pero no logró desprender
los tres globitos de colores
amarrados en aquél trencito eléctrico.

Y se fueron perdiendo en la lejanía
con la columna de humo
de ese tren atroz que te llevó.

Así terminó todo,
con la historia de tu viaje
en un libreto de corte medieval.

Desde la gaveta entreabierta
donde duermen tus poetas
hay uno que ha prendido su linterna.

Fotografía sin contexto

Verbos desencajados de sus cuencas
caen al río habitual de palabras que pasa bajo el puente
La corriente los arrastra, los desarma de sentido
y los deja flotando en su cascarón más obvio

En ese puente hice tu fotografía

El agua sigue su curso hasta perderse
por el túnel de un monumento municipal
bastante añejo que tiene los graffitis habituales
de una época sepia firmados por la lluvia

Tu foto muestra dos palabras desnudas

A punto de tirarme al río por rescatar algún verbo
con la etiqueta clásica de una colonia para el corazón
olvido que no se nadar en aguas de recuerdos turbios
y dejo que el piso me amarre con un pedazo de cobardía

Llega alguien al puente para una selfie justo donde posaste  

Me marcho pues el ruido del torrente va aumentando
y el muro centenario del puente no puede devolverme
el silencio que le presté para componer mi encuadre
a prueba de palabras parroquiales en tu imagen

Sí, apostaba a que no habría sonrisa pero el selfie no perdona

Pero algo falló pues a tu imagen llegan palabras
que se estrellan como pájaros perdidos de rumbo
y me obligan a estar barriendo el piso de avecillas muertas,
que son de especie no canora pero dan dolor de pecho

¿Si ves? En busca de lo natural, nadie es Monalisa

El torrente sigue su curso con lo verde al lado
llevando las tristes avecillas entre flujos de tinte oprobioso
por la mezcla de palabras descompuestas después de un año
de encierro y las que acaban de salir entre gases lacrimógenos

En ese puente hice tu fotografía sin haber leído las noticias

Cuento urbano recurrente

A esta hora deberían sonar los grillos
y los perros
asustados por el silencio
pero no
son gritos y disparos
perfectos

A esta hora debería flotar el aroma
del regreso
o sea un tufillo urbano
y nostalgia de afecto
pero no
es la nube de gases
y un incendio

A esta hora hijo no salgas
le dijeron
en coro y se lo repitieron
como letanía inútil
de otros tiempos
pero no
cuando supieron de él
fue en el noticiero

A esta hora podrían ser 20 años
y unos minutos
cuando muchas ganas le pusieron
a la noche
en que encendieron la fogata
para hacerlo

Pero no,
hoy solo es la memoria
enmarcada en una foto
con el duelo

Cielo de aspas

Como sombra rugosa se aproxima
un helicóptero
y la tarde voltea a mirarlo
desde abajo
muy limpia de sentimiento

para depositarle en un sombrero
su dosis de voces
de las que se alimenta el pájaro
de aspas.

Cuando pasa azotando al viento
sobre los campos quijotescos
se sabe que tiene hambre
de gritos nocturnos
y humaredas

Entonces la tarde le da su limosna
de humores callejeros
y trozos de interrogantes
que el animal volante se lleva
hasta su nido aceitoso
para hacer una digestión rápida
que regurgitará en bolas de periódico
de uso oficial

Más tarde ella se arropa
en un chal sabanero
y se quedará dormida al lado de la señora
de las humitas a la puerta de un supermercado.

Pequeña ciudad

Aquellas mañanas con una taza de café
pertenecen al futuro que se va desgranando
cuando el temor se derrite.

Las bicicletas que pasan se alargan
mientras los carros son una exhalación impresionista
con algunas gotas sueltas de belleza en la normalidad.

Los transeúntes caminan como fantasmas diurnos
atareados con periódicos electrónicos
que gotean frases en desuso.

En el azul diluido de mi cielo pueblerino
se dibuja a veces una taza de capuccino
lista sobre las montañas de perspectiva parroquial.

Y en el vecindario cargado de ruidos contemporáneos
los ladridos de una perrita callejera son gotas naturales
contra la resequedad del aire plastificado y sin Mozart.

Cualquier día con una mañana de café
le pone una aureola al principio del viaje.

Un regreso

Volar aunque no vueles
y en el vacío del estómago
sentir la punzada de la esperanza
en contrapunteo con la rabia

Y pese a todo levantarte
a recoger los restos que caben
en un morral de afectos
que se cargan a la espalda
o en coche de bebé

Y salir por la autopista Norte
parando a descansar sin lágrimas
junto a ríos que no son de Babilonia
hasta ver el sol familiar en la frontera

Entonces cruzar al territorio
que una vez acogió sueños marineros
por el oro de maíz y el oro negro
y sentir de nuevo el abrazo de la madre
con su voz debilitada
que te muestra un rincón para aliviar del peso
al coche de bebé y el terreno para enterrar
tus ilusiones y esperar a que germinen
si regresan las lluvias
que hicieron verde a Venezuela