Noche de invierno, nieve canadiense, un tren sin pasajeros se detiene. Nadie sube, pero es suficiente pues va lleno de sueños en presente, cada cual en su silla y con tiquete. Iluminado … Continue reading El Go train

Noche de invierno, nieve canadiense, un tren sin pasajeros se detiene. Nadie sube, pero es suficiente pues va lleno de sueños en presente, cada cual en su silla y con tiquete. Iluminado … Continue reading El Go train
Estas son huellas duras y prolongadas juntándose en la lejanía por donde huyó el destino de mi aldea Estas son sudor de altos hornos y fusión de sangres coloridas de la civilización que me acunó después de … Continue reading Huellas de hierro
Hay trenes viejos y nuevos y si pasan, ¿por qué no vienes? Puede ser en los tradicionales de la una o de las siete, que riegan campanillas cuando se detienen. O puede ser en el … Continue reading Trenes
No dejaste más señales que una humareda de palabras grises, y te marchaste en aquel tren calcado de un álbum de la preguerra.
Yo esperé a otro tren pensando que fuera el mismo
que te trajo la primera vez que te vi, sin tu aureola de soberbia.
Pero no fue así, y después una brisa gentil dispersó el humo hasta cierto panteón de pocos adeptos y la estación quedó desierta.
Y como en mis sueños nunca envejece mi trencito eléctrico, esperando en el andén mi subway, imagino que volverás en uno, en la silla del maquinista y con gorrita nueva.
Tu rostro es el mismo en todas partes,
y lo veo en un bosque congelado
donde la nieve es un papel preparado
para escribir con pisadas dos verdades:
que somos la misma partícula flotando
de las piedras, a los cielos, a mi carne
y que de tus besos me estoy olvidando.
Tu rostro es el mismo en todas partes
y ayer tenia el toque salado de las olas
y más tarde el salobre de las lágrimas
por un no se qué ni cuándo. El sol
lo suelta bajo las alas de unos gansos
que se lo llevan primero a un lago triste
para guardarlo después en un remanso.
.
Tu rostro es el mismo en todas partes
y cuando el hielo se rompa en mil espejos,
cada uno llevará impreso tu rostro
como estampillas de cartas fugaces
que se pondrán a lo largo del sendero
con palabras para todo caminante
sobre amores que no mata el invierno.
El tejedor de sueños se marchó en el tren de la tarde pero dejó armada una red grande con hilos de colores para que la gente elevara cometas y viajara con ellas a la primera estación del recorrido. Él, había llegado en el tren de la mañana antes de existir la carretera y la estación era lo único que mantenía a los negocios y a las fritangueras.
Ya ido el tejedor quién sabe si llegará otro. No conocimos más que a uno. Por eso la pasamos con el oído pegado a la carrilera.
Por los Montes de María
hace falta un San José
que nos libre de una bestia
cuyo nombre yo no sé.
Tiene dientes como el lobo
pero el lobo es bello ser,
que protege a la familia
y le busca de comer.
Tiene ojos de una hiena
pero la hiena sabe ver,
que si se come a un animal
es porque otro va a nacer.
Tiene patas de elefante
pero el elefante pisa bien,
sin hacer sangrar la tierra
con estampidas quitapiés.
Tiene astucia de serpiente
pues se sabe esconder,
pero la culebra avisa
antes de ir a morder.
En fin, con esta bestia
que nos libre San José,
los animales tienen alma
pero esta, yo no sé.
Fondo de buitres, derroche de moscas
pintados en un cuadro de nubes negras,
que en lugar de lluvias traen vacas muertas
y acordes en el aire de sórdidas notas.
La vista no acepta, la nariz no miente,
pero aún así la tarde está serena,
para que el sol complete su faena
alimentando a la tierra con la muerte.
Y aunque la realidad parezca obscena,
porque las aguas se fueron con lo verde,
puede que exista el tiempo suficiente
pero marcado en un reloj de arena,
para humedecer con lágrimas la tierra
y hacer que el río baje nuevamente.
pues había hecho la tarea
de ayudarnos a crecer
como un alma compañera
llegó uno de orejas negras
esperando que otros niños
¡lo vuelvan a llamar a tierra!
y andamos la misma senda:
los unos con cuatro patas,
y los que les damos merienda.
y hasta cuando Dios quiera
dejarnos en esta vida
para recordar tu leyenda.
(A mi primera maestra, Rosa Adelia) Mi primera maestra en la escuela campesina cerca del ferrocarril, nos daba lecciones de las cartillas que llegaron en tren. Era una mujer de aguja y dedal … Continue reading Cuento ferroviario
Escribir no solo es una pasion... es el reencuentro con uno mismo
no son palabras mías sino los ecos del viento
Recopilación de crónicas periodísticas con chispa.
Diary of a Mad Patent Translator
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