Esta fue tu casa, marino, este pedazo de hierro.
Sus aviones de combate, duermen como patos viejos
con las alas plegadas en oración al cielo
por los que fueron vencidos y los vencedores que son ellos.
Los niños se sientan con sus ojitos puestos
en la mirilla gigante de un cañón antiaéreo;
y a lo largo de este barco que ha visto tanto fuego,
la guerra para turistas se vende como un juego.
Medio siglo ha pasado y entonces eran negros
los que ponían a disparar, y después al trapero.
Este fue tu casa, marino, este pedazo de hierro,
orgullo de una nación donde los blancos y morenos
comparten una historia que todavía sigue ardiendo,
por los intensos calores en el Oeste y en el Centro,
y porque el color de Dios aún sigue en el tintero.