Una tarde tranquila se ha tornado azul
y esa tonalidad ha invadido mi pequeño refugio en el que recojo trozos de los días que flotan sobre un mar de concreto y hojalata.
El azul ha bajado por las paredes y teñido a mi guitarra boquiabierta con una tonalidad que la desliza hacia el Blue.
Y sobre el mar sin oleaje, el vuelo de unas palomas desafía la estabilidad pueblerina en este trozo de ciudad que me regala tonalidades arropadas con un manto de ladrillo.
Pero no logro destaparlas a punta de sentimiento y por eso,
me concentro en la guitarra con su esencia expectante
a ver si en el recorte de este día aparece un trío de tonalidades
que necesito para que ella me regale un Blue.
Mientras tanto, las palomas se pararon en una terraza
y parecen suspendidas sobre una dominante antigua
cuyo eco descansa en una silla, también esperando
Tres tonos para el Blue
O cuatro, si faltas tú.