Se ha llenado de hierbas un cementerio rústico
y sus flores silvestres susurran de uno en uno,
los nombres de los que duermen el sueño de los justos.
Por fuera del camino a donde ya no va ninguno,
en sus cruces de palo se engalanan los bejucos.
Las flores andan de fiesta y no es Día de Difuntos.
Estas hierbas benditas y donde dolores hubo,
todo lo llenan de flores alrededor del mundo.
Las hay de todos tipos, y de rencor, ninguno.