Encerrado con mi gato
en un día de verano
espantamos la soledad,
mientras afuera las ardillas
corretean como pillas
derrochando su libertad.
El sol sobre las encinas
genera una sombra cansina
regando tranquilidad,
pero en el suelo y el pasto
un frenesí de pájaros
llena al gato de ansiedad.
Yo miro y me da lástima
su lomo erizado a la maxima
tensión que puede alcanzar,
sus garras raspan el tablado
mi gato, predador consumado
ahora solo puede simular.
Entonces me inspira un abrazo
y romper de un martillazo
nuestro encierro de cristal,
para que disfrute un momento
sus instintos, sin miramiento,
sobre ardillas y pájaros allá.
Pero mi conciencia anota
que el gato es mi mascota,
o sea, una clase de animal,
al que saqué de su destino
y esencia de asesino
para cazar a mi soledad.
Y ella ahora, tan ladina,
se hace del gato concubina
y me lo quiere acaparar
pues se enroscó en su cola
porque no sabe dormir sola
y se ha puesto a ronronear.